lunes, 16 de marzo de 2009

Divagaciones

Caminando por un parque otrora repleto de vida, borrando las huellas dejadas por niños sonrientes, ajenos a todo lo que les rodea, inocentes aun de las maldades que están por venir. Mis pensamientos fluyen por aquellos lugares secretos, desterrados del mundo real. Secretos que no son, secretos que debieron ser, secretos que ya nunca serán. La mirada se pierde entre la infinidad de diminutos granos de arena, mudos observadores de un mundo irreal, confesores inertes de todo lo que sucede a su alrededor. Los pasos se suceden sin descanso, uno tras otro, con una cadencia inmutable, lánguidos como mi espíritu, incapaces de sentir mas que dolor, tristeza, pérdida. Las horas pasan, el paisaje no cambia a mí alrededor, las estrellas continúan su procesión celestial, las sombras se confunden con las tinieblas. Cientos de personas me acompañan, unas que fueron, otras que son, algunas que están por venir, una que ojala nunca dejara de existir. Sin embargo, el sentimiento de soledad no se desprende de mi cuerpo, de mi mente. El silencio se apodera del mundo, me oprime, apenas me deja respirar, lo justo para permitirme dar otro paso, y otro y otro más. Un pensamiento se apodera de mi mente, me nubla el sentido, rebota entre las paredes de mi conciencia, martilleando una y otra vez. La estulticia del ser humano no conoce límites, no tiene barreras, no se frena ante nada, hasta que termina por destruirlo todo, aun lo mas amado y entonces, es cuando uno está preparada para empezar de nuevo, como un niño, pero habiendo aprendido de los errores pasados.

Un columpio se balancea emitiendo un sonoro silencio, parece querer decirme algo, me acerco, lo detengo y me siento, comienzo a mecerme en él. Los años se van rebobinando, los acontecimientos pasados se suceden a un ritmo vertiginoso, de pronto se detienen, veo a un niño sonriente, de pelo moreno y mirada inocente, me mira, pero no dice nada, se sienta en el columpio contiguo al mío y poco a poco va cogiendo mi ritmo. De pronto, algo extraño comienza a sucederme, mis pensamientos se empiezan a ver inundados por sensaciones hace años olvidadas. Sentimientos del niño que un día fui, pero que ya no recuerdo, ilusiones perdidas, esperanzas ahora vacías. Poco a poco la calma vuelve a mi, empiezo a recuperar la capacidad de razonar, las ideas se van aclarando y la paz vuelve a invadir mi ser. Busco su mirada, pero el ya no está, sólo el balanceo del columpio me acompaña en mi soledad. Sin embargo, una extraña tranquilad comienza a apoderarse de mi, detengo el columpio y me incorporo. La sensación de volver a empezar comienza a tomar forma, tener la posibilidad de hacer las cosas bien, no de corregir errores pasados que nunca podrán repararse, pero si de no volver a cometerlos.

Salgo de parque desnudo, atrás ha quedado un pasado que no quiero olvidar, pero que pasado es. Un incierto futuro me espera. ¿Estará ella en él?

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