El día amaneció como otro cualquiera, el despertador
retumbaba en mis oídos, pero la pereza y la apatía no me dejaban levantar. En
el horizonte se avistaba un día más,
sólo que delante tenía una boda a la que acudir, otra mas, una de tantas. Que
poco me gustaban las bodas, quizás porque esos días reflejaran el fracaso de mi
vida en ese aspecto, aquel que todo ser humano anhela algún día poder
satisfacer. ¿Cómo iba a saber yo en ese momento que la conocería? Bueno, en el fondo ya la conocía, pero era
una chica mas, una de tantas que habían pasado por mi vida sin pena ni gloria.
Sin embargo allí estaba ella, resplandeciente, preciosa, su sonrisa radiante
eclipso mi mirada en el preciso instante en el que posé mis ojos en ella, pero
no fue sino la alegría que irradiaba lo
que hizo que mi ser se convulsionara. Las sombras se escondían a su paso y las
miradas se retorcían al son de su caminar. Yo estaba embelesado, confundido,
¿Cómo era posible que hasta ese momento semejante belleza hubiese pasado desapercibida
para mí? No lo se, pero a partir de ahí, todo cambió. Los versos peleaban por
salir de mi pluma para cantarle al mundo su hermosura, pero no había palabras
suficientes para describirla, intentarlo habría sido como intentar eclipsar el
sol, fútil, vano, nada ni nadie hubiese podido hacerla justicia. Y mientras
ella se desenvolvía con la soltura de una ninfa en el bosque, danzaba para mis
ojos, cantaba solo para mis oídos, y yo ahí pasmado, como un alfeñique, sin
atreverme a acercarme a ella, apenas a mirarla fugazmente, temeroso de romper
el hechizo que en ese momento me envolvía. No podía hacer otra cosa mas que
contemplarla, dejar que mi mirada se perdiera en la profundidad de sus ojos,
beber de la esperanza de un día poder abrazarla, que digo abrazarla, si solo
pudiera rozar su precioso pelo con mis torpes manos, sería el ser mas feliz del
universo. Solo pensar que sus pensamientos pudieran ser para mi, aceleraba el
latido de mi corazón y mi imaginación volaba, lejos, allá donde nadie pudiera
alcanzarnos. Fue un lapso de tiempo apenas apreciable, un suspiro, un segundo en el devenir
de toda una vida, sin embargo, lo atrapé con mi mano y no quise soltarlo, quise
que durase eternamente, empaparme de él y recodarlo el resto de mis días.
domingo, 22 de abril de 2012
domingo, 1 de abril de 2012
La última noche
La noche oscura, sin luna, y las estrellas cubiertas por un manto de nubes, presagiaban una noche mas, una de tantas. Cuando atravesó la puerta del local, la música inundó sus oídos, sin embargo, el corazón no sintió ese conocido cosquilleo, el ya sabía que ella no estaba allí.
A kilómetros de distancia, en otro lugar, en otro ambiente totalmente diferente, ella pensaba en él, sin embargo, su sitio no estaba con él, el mundo le había deparado otro destino, ¿Sería realmente el suyo? No lo sabía, solo sabía que por mas que quisiera estar con él, la distancia que los separaba parecía insalvable. Ensimismada en sus pensamientos, todo lo que en ese momento la rodeaba era totalmente ajeno a ella, la música que la otra noche anego sus sentidos seguía sonando en sus oídos y ella bailaba, bailaba en sus recuerdos, repetía una y otra vez los pasos que durante aquellos breves instantes bastaron para inundarla de felicidad. Lo que no sabía, es que justo en ese momento, en la distancia que los separaba, sonaba esa misma canción y él también bailaba sumido en los recuerdos.
Cuando la canción llego a su fin, la realidad volvió a su ser y supo que jamás podría volver a mirar esos ojos sin tenerla entre sus brazos, años pasados de sufrimiento volvieron a su mente, ese camino había quedado atrás y no quería volver a recorrerlo. Sabía lo que tenía que hacer, otra cosa bien distinta es que tuviera fuerzas para llevarlo acabo.
Ella siguió bailando durante un rato más, la canción estaba en su interior y no tenía porque terminar nunca, sin embargo, la magia fue rota bruscamente por la cruda realidad, él no estaba allí y no podía ir a buscarla, a rescatarla. Y abandonando toda esperanza retorno al lugar al que pertenecía, cerrando la puerta que iluminaba su maltrecho corazón. Aceptando su destino con resignación.
La noche ya tocaba a su fin, el alcohol que corría por sus venas embotaba sus sentidos y el dolor se hacía un poco más soportable, sin embargo sabía que el despertar iba devolverle a la cruda realidad, pero en ese momento no le preocupó, ya habría tiempo para ello después. Recogió su abrigo y dirigió sus pasos hacia la salida, cuando el frío de la noche golpeó su rostro, le despertó de su letargo devolviéndole bruscamente a su crudo destino, sin embargo, el dolor poco a poco se fue mitigando. Las heridas que en el pasado tardaban meses en cicatrizar, ahora lo hacían con mayor rapidez. Una cosa le había enseñado la vida y es que con el tiempo, todo se vuelve mas relativo y las cosas, poco a poco, se aprenden a valorar en su justa medida. Continuó caminado con la mirada ausente y sin rumbo fijo, mientras, a su manera, se despedía de ella.
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