domingo, 1 de abril de 2012

La última noche

La noche oscura, sin luna, y las estrellas cubiertas por un manto de nubes, presagiaban una noche mas, una de tantas. Cuando atravesó la puerta del local, la música inundó sus oídos, sin embargo, el corazón no sintió ese conocido cosquilleo, el ya sabía que ella no estaba allí.

A kilómetros de distancia, en otro lugar, en otro ambiente totalmente diferente, ella pensaba en él, sin embargo, su sitio no estaba con él, el mundo le había deparado otro destino, ¿Sería realmente el suyo? No lo sabía, solo sabía que por mas que quisiera estar con él, la distancia que los separaba parecía insalvable. Ensimismada en sus pensamientos, todo lo que en ese momento la rodeaba era totalmente ajeno a ella, la música que la otra noche anego sus sentidos seguía sonando en sus oídos y ella bailaba, bailaba en sus recuerdos, repetía una y otra vez los pasos que durante aquellos breves instantes bastaron para inundarla de felicidad. Lo que no sabía, es que justo en ese momento, en la distancia que los separaba, sonaba esa misma canción y él también bailaba sumido en los recuerdos.

Cuando la canción llego a su fin, la realidad volvió a su ser y supo que jamás podría volver a mirar esos ojos sin tenerla entre sus brazos, años pasados de sufrimiento volvieron a su mente, ese camino había quedado atrás y no quería volver a recorrerlo. Sabía lo que tenía que hacer, otra cosa bien distinta es que tuviera fuerzas para llevarlo acabo.

Ella siguió bailando durante un rato más, la canción estaba en su interior y no tenía porque terminar nunca, sin embargo, la magia fue rota bruscamente por la cruda realidad, él no estaba allí y no podía ir a buscarla, a rescatarla. Y abandonando toda esperanza retorno al lugar al que pertenecía, cerrando la puerta que iluminaba su maltrecho corazón. Aceptando su destino con resignación.

La noche ya tocaba a su fin, el alcohol que corría por sus venas embotaba sus sentidos y el dolor se hacía un poco más soportable, sin embargo sabía que el despertar iba devolverle a la cruda realidad, pero en ese momento no le preocupó, ya habría tiempo para ello después. Recogió su abrigo y dirigió sus pasos hacia la salida, cuando el frío de la noche golpeó su rostro, le despertó de su letargo devolviéndole bruscamente a su crudo destino, sin embargo, el dolor poco a poco se fue mitigando. Las heridas que en el pasado tardaban meses en cicatrizar, ahora lo hacían con mayor rapidez. Una cosa le había enseñado la vida y es que con el tiempo, todo se vuelve mas relativo y las cosas, poco a poco, se aprenden a valorar en su justa medida. Continuó caminado con la mirada ausente y sin rumbo fijo, mientras, a su manera, se despedía de ella.

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