domingo, 22 de abril de 2012

Solo un instante


El día amaneció como otro cualquiera, el despertador retumbaba en mis oídos, pero la pereza y la apatía no me dejaban levantar. En el horizonte se avistaba un día  más, sólo que delante tenía una boda a la que acudir, otra mas, una de tantas. Que poco me gustaban las bodas, quizás porque esos días reflejaran el fracaso de mi vida en ese aspecto, aquel que todo ser humano anhela algún día poder satisfacer. ¿Cómo iba a saber yo en ese momento que la conocería?  Bueno, en el fondo ya la conocía, pero era una chica mas, una de tantas que habían pasado por mi vida sin pena ni gloria. Sin embargo allí estaba ella, resplandeciente, preciosa, su sonrisa radiante eclipso mi mirada en el preciso instante en el que posé mis ojos en ella, pero no fue sino la alegría que irradiaba  lo que hizo que mi ser se convulsionara. Las sombras se escondían a su paso y las miradas se retorcían al son de su caminar. Yo estaba embelesado, confundido, ¿Cómo era posible que hasta ese momento semejante belleza hubiese pasado desapercibida para mí? No lo se, pero a partir de ahí, todo cambió. Los versos peleaban por salir de mi pluma para cantarle al mundo su hermosura, pero no había palabras suficientes para describirla, intentarlo habría sido como intentar eclipsar el sol, fútil, vano, nada ni nadie hubiese podido hacerla justicia. Y mientras ella se desenvolvía con la soltura de una ninfa en el bosque, danzaba para mis ojos, cantaba solo para mis oídos, y yo ahí pasmado, como un alfeñique, sin atreverme a acercarme a ella, apenas a mirarla fugazmente, temeroso de romper el hechizo que en ese momento me envolvía. No podía hacer otra cosa mas que contemplarla, dejar que mi mirada se perdiera en la profundidad de sus ojos, beber de la esperanza de un día poder abrazarla, que digo abrazarla, si solo pudiera rozar su precioso pelo con mis torpes manos, sería el ser mas feliz del universo. Solo pensar que sus pensamientos pudieran ser para mi, aceleraba el latido de mi corazón y mi imaginación volaba, lejos, allá donde nadie pudiera alcanzarnos. Fue un lapso de tiempo apenas apreciable, un suspiro, un segundo en el devenir de toda una vida, sin embargo, lo atrapé con mi mano y no quise soltarlo, quise que durase eternamente, empaparme de él y recodarlo el resto de mis días. 

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